La leyenda urbana que rodea a Mario Moreno “Cantinflas” ha trascendido más allá de su legado como comediante y productor. Se dice que el actor compró una mansión frente a la bahía de Acapulco en 1951, en el exclusivo fraccionamiento de Las Brisas, no solo por la vista al mar, sino porque le aseguraron que en esa zona habitaban sirenas. Su fascinación por estas criaturas lo llevó a construir lo que algunos describen como un auténtico altar marino.
Según testimonios recopilados por youtubers y fuentes locales, Cantinflas decoró toda la casa con motivos oceánicos, colocando estatuas mirando al mar y siguiendo instrucciones precisas de un empresario que le explicó que la zona había sido marcada en antiguos mapas con la frase en latín “hitsu sirenai”, que significa “aquí hay sirenas”. Incluso se dice que la propiedad contaba con albercas subterráneas, túneles y jaulas bajo el agua para retener a las criaturas, quienes supuestamente emitían sonidos perturbadores al comunicarse en grupo.
Testigos describen a las sirenas como seres con torso humano, cola de pez, piel escamosa verdosa, ojos de pez y nariz pequeña, de carácter agresivo y alimentadas con carne cruda por Cantinflas. Se dice que algunos vecinos llegaron a presentar quejas porque las criaturas eran peligrosas y golpeaban a quienes se acercaban.
Aunque muchos consideran estas historias como mitos o exageraciones, la leyenda ha permanecido viva gracias a la combinación de la fama de Cantinflas y la exótica decoración de su mansión. Hoy, su residencia en Acapulco sigue siendo un punto de interés cultural y turístico, envuelta en misterio y en la fascinación por lo inexplicable.
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